Desde la fortificación medieval del Castello del Leone, del que parece derivar el nombre de Castiglione del Lago, se disfruta de una de las vistas más hermosas de las colinas y de toda la cuenca del Trasimeno. La belleza de este lugar se debe a la perfecta armonía entre naturaleza y arte. El pueblo, situado en un promontorio de piedra caliza que domina el lago, es el resultado de un refinado plan urbanístico del siglo XVI encargado por la familia Della Corgna, que hizo construir su residencia representativa en el centro. En el interior del Palacio Della Corgna, sublimes frescos manieristas de Niccolò Circignani y Giovanni Antonio Pandolfi narran y exaltan los orígenes de la familia y las hazañas de sus miembros.

Merece la pena pasear por la ciudad y detenerse en alguna de las numerosas tiendas para degustar algunos de los productos más conocidos: el aceite de oliva, el vino y la famosa fagiolina del Trasimeno, una preciada legumbre antigua -un presidio de la slow food- cuyo cultivo a orillas del lago se remonta a la época etrusca. Si, por el contrario, deseas pasar un día en contacto con la naturaleza y en total relajación, puedes optar por una de las hermosas playas equipadas, para tumbarse en la orilla del lago, contemplar la vista de las islas y, ¿por qué no?, dar un paseo en un bote de pedales.